La Archicofradía hace público el estudio llevado a cabo por el Historiador del Arte D. Jesús Romero Benítez, gran conocedor de la producción de Antonio del Castillo, encuadrando la talla de la Santísima Virgen de Consolación y Lágrimas como obra del tallista imaginero en el entorno de los últimos años del siglo XVII.
Tradicionalmente, la imagen de Nuestra Sagrada Titular había sido atribuida al insigne escultor malagueño del siglo XVIII Fernando Ortiz, estableciendo su creación en plena centuria dieciochesca. Sin embargo, tras el intenso proceso de restauración de la pieza en 2019 y el preciso estudio de Romero Benítez, tiene más peso la adscripción al foco artístico antequerano, cuya producción tiene un notable baluarte en el escultor Antonio del Castillo.
El pasado 25 de mayo, un grupo de hermanos y miembros de la Junta de Gobierno, junto al restaurador de la imagen, Francisco Naranjo, se desplazaron hasta Antequera para conocer, de la mano del Historiador Jesús Romero, la obra e historia de este escultor imaginero, del que se cuenta con valiosos ejemplos en la provincia malagueña y en diversos puntos de la geografía andaluza, así como en nuestra capital. «La Priorísima» de las Carmelitas Descalzas de Antequera, obra documentada, es uno de los más fieles ejemplos, junto a otros como Ntra. Sra. de la Soledad de la Congregación de Mena o la Virgen de la Encarnación de los Dolores del Puente, en el entorno de nuestro ámbito cofradiero.
A continuación, adjuntamos el informe de D. Jesús Romero Benítez:
Hace ahora cinco años, en 2019, el restaurador Francisco Naranjo Beltrán se puso en contacto conmigo para comunicarme que estaba restaurando la imagen de la Virgen de Consolación y Lágrimas de la Cofradía malagueña de la Sangre y que, a medida que avanzaba en el trabajo, aumentaban sus sospechas de que podría ser obra del escultor antequerano Antonio del Castillo (1635-1704). En tal tesitura, me solicitaba que visitase su taller para opinar al respecto, ya que en el año 2013 había publicado una monografía sobre dicho artista. La primera impresión al acceder al taller fue de un cierto desconcierto, ya que se encontraba en el proceso de eliminación de repintes y de recuperación de la policromía original, que se conservaba en un ochenta por ciento. También hay que tener en cuenta que de la imagen del siglo XVII solo se conservaba la mascarilla, siendo obra del siglo XX el volumen craneano, el cuello y las órbitas de cristal de los ojos; además, la cabeza aparecía recta, sin la inclinación hacia su lado izquierdo que se muestra en los registros fotográficos más antiguos. A medida que analizaba con detenimiento la imagen, y recordando mentalmente las fotografías antiguas referidas, iba descubriendo una serie de estilemas que la emparentaban con la Priorísima del Museo Conventual de las Descalzas de Antequera, obra documentada de Antonio del Castillo en el año 1692. Es decir, para llevar a cabo un proceso atribucionista teníamos que contar tanto con la realidad material que se conserva, una vez recuperada su policromía original, como con las fotografías anteriores a la agresión sufrida por la imagen en el año 1931.
De las fotografías antiguas, que amablemente me ha facilitado Francisco Naranjo, tengo que decir que una de ellas -precisamente una de las menos conocidas y sin iluminación forzada- se define en su morfología y acabados como una clarísima obra de Antonio del Castillo. Incluso las fotos que muestran la imagen después de la restauración de Francisco Palma García, la siguen definiendo como obra del escultor antequerano del siglo XVII. Algo que quedó totalmente opacado tras de la refacción llevada a cabo por el sevillano Luis Álvarez Duarte en 1971, actuación que tampoco debemos demonizar, pues era lo que entonces solían demandar la mayoría de los cofrades andaluces: dolorosas morenas, castizas y lo más cercanas posibles al modelo de las Esperanzas sevillanas por antonomasia, Macarena y Triana. La dolorosa de Consolación y Lagrimas perdió entonces su mirada baja, propia de las obras de Antonio del Castillo, aunque la inclinación de su cabeza y las manos juntas con los dedos entrelazados ya se habían eliminado en las actuaciones de los Palma, padre e hijo, en los años treinta del siglo pasado.
Sin embargo, del detenido análisis de su estructura facial: óvalo, entrecejo, nariz, dientes menudos y hoyuelo de la barbilla y su comparativa con otras dos dolorosas documentadas de Antonio del Castillo (Priorísima de las Descalzas de Antequera y Soledad de Mena) nos reafirmamos en la atribución a Castillo. Con respecto a la caída de párpados tenemos que remitirnos a las fotos antiguas. También coincide la policromía recuperada de la Virgen de Consolación y Lágrimas con las carnaciones habituales en las dolorosas de Antonio del Castillo, que realizaba su primo Antonio Germán del Castillo. Por cierto, que con respecto a la Soledad de Mena (Virgen de los Desamparados, en Antequera) debemos aclarar que su estructura facial es idéntica a la Priorísima de las Descalzas de Antequera, pero quedó algo modificada su apariencia original tras del incendio fortuito de los años sesenta del siglo pasado. Entonces la restauró Paco Palma Burgos, quien al reestucarla y repolicromarca modificó en algo el arco inciso de los párpados superiores. En este sentido el rostro de la Virgen de Consolación y Lágrimas permanece intacto, salvo la consabida apertura de los ojos que llevó a cabo Luis Álvarez Duarte.
En definitiva, creo que nos encontramos, aun teniendo en cuenta todas las intervenciones ya referidas, ante una dolorosa de vestir de Antonio del Castillo, que sigue fielmente el modelo más habitual en este artista. Una formalización escultórica de gran éxito en su momento, lo que le llevó a repetirlo en numerosas ocasiones, sobre todo en imágenes de medio cuerpo, pensadas para el culto doméstico y ser veneradas en ciertas casas principales andaluzas dentro de urnas acristaladas. Ello explicaría, en cierta medida, que la Virgen de Consolación y Lágrimas fuese adquirida por Antonio Baena a un particular, al parecer a la viuda de Osuna, hacia el año 1926 con la intención de donarla a su Cofradía para que fuese la nueva titular mariana.