En la tarde noche de ayer, lamentamos comunicar el fallecimiento de uno de nuestros hermanos más antiguos y consejero de nuestra Junta de Gobierno, don Julián Sanz Rafales.

Julián fue un gran profesional de la comunicación, siendo locutor en la Cadena Ser, responsable de las retransmisiones de la Semana Santa de Málaga. Cada año se emocionaba al paso de su Señor de la Sangre por la Tribuna Oficial. Ha sido maestro para muchos de los que hoy se dedican a retransmitir a través de los medios.

En nuestra Archicofradía ha desempeñado cargos como el de Secretario General, Primer Teniente Hermano Mayor, Hermano Mayor Adjunto, además de desempeñar cargos de relevancia en la Junta de Gobierno de la Agrupación de Cofradías. En nuestra estación de penitencia ha desfilado como Jefe de Procesión y Mayordomo de Trono del Cristo de la Sangre.

El cuerpo de nuestro hermano Julián está siendo velado en la sala 27 de Parcemasa. A las 17:00 horas de hoy domingo tendrá lugar una misa por su eterno descanso en la capilla 2.

No nos queda más que agradecer a nuestro hermano todo lo que ha hecho y ha trabajado por su Archicofradía, pidiéndole a su Cristo de la Sangre que lo acoja en el Reino de los Cielos y a su Madre, la Virgen de Consolación y Lágrimas, sea eterno consuelo para sus hermanos, familiares y amigos. Descanse en Paz por siempre, querido hermano.

A continuación, os dejamos con unas últimas palabras que NHD Antonio Luis Villanúa ha querido dedicar a su hermano y gran amigo Julián:

Te fuiste hermano.

De tu mano llegué a nuestra querida Archicofradía, de la misma me llevaste al teatro donde compartimos escenarios junto a buenos y grandes cofrades como Lola Carrera, Antonio Banderas, etc.

Los dos juntos nos pusimos al frente de los tronos cuando la Junta nos lo pidió, no fue fácil, pero, las ganas de trabajar y la exultante juventud igual a la que ahora sigue nuestros pasos, nos hizo mirar solo hacia adelante para dejar lo que hoy tenemos. Recuerdo cuando me pediste junto con el Hermano Mayor que aceptara el puesto de Mayordomo de trono. Sí, ese puesto que tantos desean con ahínco. Y me negué, pues mi responsabilidad era controlar el posible desmadre en los tronos.

Julián, querido amigo, de mi mano te llevé a la Cadena SER que se convirtió ya en tu otra casa. Juntos hicimos retransmisiones de Semana Santa maravillosas, cargadas de sentimientos y anécdotas.

Hemos compartido infinitas situaciones de todo tipo: unas alegres y otras más dolorosas, pero siempre confiamos el uno en el otro.

Hoy dejas un gran vacío, sobre todo en la vida de tu esposa, María Ángeles, y tus hijos Julián y Luis.

A tus hermanos archicofrades los dejas con el recuerdo vivo de tu seriedad, tu sabio consejo y el amor a tus Sagrados Titulares. Atrás quedaron esas caricias a la campana, esos suaves golpes y palabras de ánimos a los cirineos del Cristo de la Sangre, pero, tu amor y devoción, al igual que el mío, hicieron que nuestras voces se escondieran tras un micrófono para así, ensalzar y enaltecer el valor de la Cruz a todos los oyentes.

Dejas cojo a un equipo de radio que, a buen seguro, te va echar de menos, pero, a mí me consta que allá arriba, y de ello estoy seguro, cada Miércoles Santo cuando la pandemia lo permita, cuando los aledaños de Dos Aceras se llenen de nazarenos rojos y malvas, de hombres de trono ilusionados, cuando familias enteras se unan en un abrazo de alegría por una nueva Protestación de Fe, estoy seguro, que en ese preciso instante, será cuando no pudiendo contener las emociones, aquellos que estaban conformando ese otro cortejo en las alturas, con tu voz grave y clara,  exclamaréis y gritaréis con orgullo a ese otro ejército de cofrades que os acompañan en el Cielo: “¡Miradlos bien! ahí comienzan a peregrinar nuestros queridos hermanos de la Sangre y su Madre de Consolación. ¡Señor! bendícelos y concédenos la venia para que nuestro espíritu camine junto a ellos y los acompañe un año más para gloria tuya, por los siglos de los siglos. Amén”.

Descansa en paz, y que la luz de la Fe que he prendido en tu memoria bajo la talla de tu Cristo, ilumine tu camino hasta llegar a Él que, a buen seguro, ya te ha acogido en sus brazos.

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